¿Es el beneficio un buen dato para valorar una empresa?

Ante la pregunta si el beneficio es un buen dato para valorar una empresa, la respuesta variará en función de a quién preguntes.

Si le preguntas a un periodista seguramente te contestará que sí. Si le preguntas a un financiero seguramente te contestará que no. Le pregunté a un amigo tomando una cerveza y pasó de mi… de hecho creo que le amargué la cerveza, así que mejor me traigo mi reflexión al blog. ¿Cuál es la respuesta correcta y, sobre todo, por qué?

Qué mide el beneficio

Primero el beneficio lo podríamos definir como la cantidad monetaria resultante de la diferencia entre ingresos y costes de una inversión, negocio o cualquier otra actividad económica. De entrada, parece claro que está midiendo la rentabilidad de ese negocio, por tanto, debería servir como dato para valorarlo.

Pero profundicemos un poco más. ¿Cómo medimos el beneficio? En principio, como la diferencia entre los ingresos y los costes. Pero qué ¿incluyen?

Ingresos

Los ingresos parecen claros, estaríamos midiendo lo que estamos facturando, las facturas que emitimos. Sería, de entrada, un valor bastante objetivo. Emitimos una factura y cobramos esa factura, se ve claramente la relación entre ingresos que estoy teniendo y flujo de caja que recibimos.

El coste de ventas

El coste de ventas es el coste de lo que vendemos. Es, por tanto, un coste que debemos de reconocer. Si nuestra actividad es de compra-venta, yo compro un determinado producto que luego venderé. Tendré un stock. Pero el importe que debería de meter para medir el beneficio no deberían ser las compras, sino el consumo de ese stock, las unidades que efectivamente he vendido y, por tanto, me han generado ingreso. Las que no vendí no debería incluirlas, las tendré que reservar para cuando efectivamente las venda.

En el caso del stock ya no está tan clara esa relación con la caja. Puedo tener la salida de caja para la venta del producto, pero no el gasto, y viceversa.

La amortización

La amortización recogería el coste de activos destinados al proceso productivo, es decir, la maquinaria, vehículos, ordenadores, mobiliario, etc., que son necesarios para realizar nuestra actividad, pero que los utilizamos durante varios años. Es decir, yo compro, por ejemplo, un ordenador, que voy a utilizar durante los próximos 4 años, pues tendré que reconocer, y aplicar, el coste de esa inversión durante esos 4 años que lo estoy utilizando a razón, por ejemplo, de una cuarta parte cada año.

 

Aquí sí que no hay relación alguna entre la salida de caja y el reconocimiento de ese coste. Puedo haber pagado al contado o haberlo financiado durante los mismos 4 años. Sin embargo, reconozco el gasto de una cuarta parte cada año, independientemente del pago.

Periodificaciones

Las periodificaciones se refieren a las operaciones que, bien sobrepasan el año natural, bien se producen a caballo entre 2 años diferentes.

Pues bien, hay un principio de contabilidad que se llama principio de correlación de ingresos contables, que establece el resultado de un ejercicio estará constituido por los ingresos generados en dicho período menos los gastos realizados para la obtención de aquéllos. Por tanto, si estuviera haciendo un proyecto, pongamos facturado en horas trabajadas, en las que trabajo durante 2 ejercicios diferentes, tendría gasto reconocido en cada uno de los periodos, por esas horas trabajadas, por tanto, tendría que reconocer el ingreso en función de las horas efectivamente trabajadas, independientemente de cuando se facture.

Es decir, me reconoceré un ingreso independientemente de cuando se facture y, por tanto, se cobre.

También podría diferir el coste a periodos posteriores para hacerlo coincidir con el ingreso. En tal caso habré pagado el gasto, pero no reconocería el coste.

Extraordinarios

Hay una serie de operaciones que se denominan extraordinarias, es decir, que están fuera de nuestra actividad y que pueden generar importantes ingresos o pérdidas. Me refiero, particularmente, a las ventas de inmovilizado. Podemos tener un activo material, un inmueble, elemento de transporte, etc., que, por las circunstancias que sean los podemos vender en el ejercicio. Esto generaría una fuerte corriente de caja y un posible resultado positivo o negativo.

Esta venta generaría un beneficio o pérdida que afectará al resultado del ejercicio, pero que, en ningún caso, va a tener que ver con el ejercicio de nuestra actividad.

Por otra parte, tampoco tiene relación el importe efectivamente cobrado con el resultado de la operación, puedo tener pérdidas, pero haber ingresado mucho dinero o beneficios y no haber ingresado prácticamente nada.

 

Por todo esto, vemos que el beneficio que obtengamos puede ser manipulable, por diferentes causas.

  • En función de cómo valore el stock vendido, LIFO, FIFO, etc., podré tener un beneficio mayor o menor
  • En función del tiempo en el que amortice mi activo mi beneficio será mayor o menor
  • En función de los criterios de periodificación que utilice modificaré los ingresos reconocidos o los gastos imputados, variando el beneficio. A veces se han utilizado criterios muy agresivos, y si no que le pregunten a ENRON.
  • Finalmente puede haber operaciones con mi inmovilizado que me modifiquen profundamente mi resultado al poder obtener un fuerte beneficio o a la inversa.

 

¿Podemos utilizar, por tanto, el beneficio para valorar una empresa?

Como hemos visto el beneficio es un valor bastante manipulable, con una contabilidad ortodoxa podemos ajustarlo mucho, con una contabilidad más “creativa” podríamos manipularlo mucho más.

Podemos concluir entonces que el beneficio, como único parámetro, no es un buen elemento para valorar una empresa. Profundizando en el contenido de la cuenta de resultados podríamos analizar más en profundidad la realidad de la situación de la empresa, pero, por sí mismo, no es ni suficiente, ni recomendable para hacer la valoración.

 

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